Creo que la vida es sentir e interactuar con el entorno que nos rodea, En
ocasiones soy yo quien toma la iniciativa, aunque otras veces me siento
sublimado por lo que me rodea y por mis propias experiencias vitales.
Quiero conseguir que la emoción interna se concrete en una obra capaz de
conmover los sentidos.
Es este modo de sentir y concebir la vida, lo subjetivo que trata de aflorar
objetivamente a través del lenguaje plástico, hacia la búsqueda de la propia
identidad.
Es por ello que mi obra fluctúa desde imágenes figurativas a imágenes
abstractas.
Es un sentimiento, no encarnado sobre realidades visibles, sino sobre el espacio
y el movimiento.
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OTRAS OPINIONES:
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Garvía es un apasionado del movimiento, color y ritmo, particularmente en
composiciones que armonizan la figura humana, a través de la danza, el deporte y
la música.
C. Izquierdo
Periodista
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Garvía, pintor de sólidos conocimientos (diseño, composición, equilibrio, manejo
del color.
Sus pinceladas certeras hablan de una clasicismo sano y hasta contemporáneo, la
materia trabajada, alternativamente con reciedumbre y con dulzura, hace de sus
cuadros un legitimo deleite para los sentidos, que forman parte de una obra
cuidada, que no por eso pierde espontaneidad, y rica en valores plásticos de lo
mas variado.
P.A.Moreno
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Carlos Garvía explora sus profundidades y surgen a la luz imagenes que toman
formas equilibradas y armónicas.
Sus formas depuradas se convierten en el contenido de un mundo deseado como
superación de la vida del hombre de nuestro tiempo que lo convierte en la
victima de una sociedad cuyas técnicas se vuelven agresivas.
La pintura de Garvía en si denota una lucha contra la injustia del mundo a la
vez que una tranquilidad de estpiritu al contemplarla.
Juan Blanco
Artista
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Reducir la obra de Garvía al realismo sería tan cómodo como injusto. Cómodo en
cuanto a que bastaría con analizar la mayor parte de su pintura. Injusto porque
nos dejaríamos por el camino su faceta experimental, su inquietud por nuevos
caminos, nuevas formas, nuevas estructuras.
Cierto es que el realismo ha presidido gran parte de su obra, en sus distintas
épocas. Su técnica del retrato, su cuidado por dotar a cada rostro de la
expresividad justa, sin alardes, pero sin robar profundidad a sus personajes,
domina multitud de sus lienzos. Incluso aquellos en los que se preocupa por la
realidad social, especialmente en su “Madre africana con niño”, donde su trabajo
con las sombras resulta especialmente significativo.
Una minuciosidad por el detalle plasmada también en su serie de bodegones, en la
que procura trabajar más con la armonía de los elementos que con la propia
estructura de los colores. Garvía estudia la rigurosidad cartesiana del lienzo,
los ángulos, los pliegues de la seda, la textura de los componentes.
El color, sin embargo, es fundamental en su serie “Rosa”. En ella, con la simple
excusa de una flor, Garvía despliega su paleta, asombrosa en algunos casos, en
una treintena de cuadros semejantes aunque nunca iguales.
Y es aquí donde convergen la comodidad con la injusticia. Porque, pese a que su
obra incida en la pincelada perfecta que ofrece la verdad del detalle, con una
influencia incluso enfermiza de Antonio López, Garvía gusta de adentrarse en
otros terrenos, tanto temáticos como estructurales.
En cuanto a lo primero, cabe no sólo destacar sus pinturas oníricas entroncadas
con la figura y la obra de Don Quijote de la Mancha, de su segunda época, sino
también con su serie de caballos alados, de su primera juventud, donde la
pincelada gruesa deja paso a tonalidades suaves, casi difuminadas, prácticamente
soñadas.
Con respecto a lo segundo, su experimentación con otros materiales nos presenta
al Garvía inquieto. A un artista capaz de jugar con el corcho, con la escayola o
el relieve (serie sobre las casas colgantes de Cuenca) sin que por ello decaiga
la intensidad. Es aquí donde quizá llegue el único pero, el de haber centrado
esta variante en el paisaje.
Esto nos deja la incógnita de saber si podrá incorporar la técnica en sus
verdaderas debilidades, el retrato y el bodegón. Una cuenta pendiente para la
próxima exposición de Garvía, artista que, para no ser cómodo ni injusto,
podríamos definir como un realista inquieto.
José Luis Muñoz
Periodista
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